La
importación de pollo clorado está prohibida en la Unión Europea, sin embargo sí
se consume en Estados Unidos, que es además uno de los grandes exportadores
mundiales de carne avícola.
Hace
años que la técnica de cloración del pollo causa polémica a ambos lados del
Atlántico cuando los dos gigantes se sientan a hablar de tratados comerciales.
Ambas
partes justifican su uso o prohibición con el mismo argumento: proteger la
salud de los consumidores. ¿Pero por qué genera tanta polémica?
La
técnica consiste en bañar al pollo después de su muerte en una solución
antimicrobiana de agua clorada para matar bacterias y otros patógenos que causan
enfermedades, como la Salmonella y la Campylobacter.
Las
autoridades de Estados Unidos creen que esa solución es inofensiva para el
consumo humano.
Pero la
Unión Europea considera que el uso de esta técnica de inmersión hace que no se
implementen otras medidas de higiene necesarias en las granjas y mataderos.
¿Es una
técnica segura?
Las
soluciones antimicrobianas que se utilizan en la producción de pollo en Estados
Unidos están aprobadas por el departamento de Agricultura y la agencia para la
Alimentación y los Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) de ese país, que
las consideran seguras para el consumo y eficaces para matar o inhibir el
crecimiento de bacterias.
El
cloro se usa en niveles específicos de concentración considerados inofensivos y
aprobados por el departamento de Agricultura.
El
Consejo Nacional del Pollo de Estados Unidos (NCN) cita varios estudios
científicos estadounidenses que confirman que el uso de agua clorada no supone
ninguna amenaza para la salud pública, sino al contrario, que la protege.
Añade
además que si estas sustancias diluidas están presentes en el producto final es
en una cantidad tan insignificante que no afecta al aspecto ni al sabor de la
carne.
El uso
de esta técnica no ha afectado a las ventas de pollo estadounidense a otros
países, ya que Estados Unidos es, junto a Brasil, uno de los exportadores
líderes mundiales, según el NCN.
Según
datos del NCN en 2016 Estados Unidos exportó un 16,5% de la producción nacional
de pollos.
México
es de lejos el país que más productos de pollo estadounidense importa. Canadá,
Hong Kong, Angola, Taiwán y Cuba son otros de los mayores destinos de
exportación de estos productos estadounidenses.
¿Por
qué tanta oposición en Europa?
La
visión que tiene la Unión Europea es que es mejor prevenir que curar.
Consideran que las intervenciones químicas al final de la cadena de producción
-y el clorado de pollo es solo una de varias técnicas utilizadas-, son una
manera de compensar una carencia de higiene adecuada en todas las etapas
previas de producción.
Para
hacer la cloración los productores solo tienen que darle a los pollos muertos
un baño en agua clorada, un proceso mucho más barato que el uso sistémico de
medidas de higiene durante toda la vida y muerte de las aves.
Un
estudio de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria sugiere que los
beneficios para la salud pública al controlar los patógenos en la producción
primaria del pollo son mayores que los de hacerlo al final de esa cadena.
Puntualizan además que “las bacterias también pueden pasar de las granjas a los
seres humanos por otras vías adicionales a la carne de pollo“.
Por
eso, por ejemplo, las regulaciones europeas obligan a los trabajadores de las
granjas avícolas a usar ropa y calzado específico y tienen normas detalladas
para el transporte y sacrificio de los animales.
Monique
Goyens, de la Organización Europea de Consumidores, lo resume así en una
entrada de blog de 2014: “Esencialmente lo que nos preocupa no es la sustancia
química en sí misma, sino el riesgo de que estos tratamientos se vean como una
‘solución rápida’ para limpiar carne sucia”.
El
reconocido periodista británico George Monbiot dice en una columna del diario
The Guardian que lo que causa la polémica en torno al pollo clorado, de fondo,
es la colisión de dos filosofías sobre cómo abordar la seguridad de los
alimentos.
“Las
reglas europeas, que abordan la regulación alimentaria desde la precaución,
permitiendo solo productos y procesos que se ha demostrado que son seguros. Y
la perspectiva providencial de Estados Unidos, que permite cualquier cosa que
no se haya demostrado que es peligrosa”.
Fuente:
BBC Mundo
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