“Los que más trabajan con el campo aquí son los de Caja Rural”.
Paco Olmos, de 43 años, agricultor desde hace 25 años en Alhama de Granada, cuenta que los préstamos que se suelen pedir son “para máquinas o para un nuevo sistema de riego”. En la
localidad granadina de algo más de 6.000 habitantes, cuya economía se sustenta
en la producción de aceite, almendra y cereal, hay sucursales de Banco Popular,
Banco Mare Nostrum –que absorbió Caja General de Granada— Caixabank y Caja
Rural de Granada, pero las cosas han cambiado mucho desde que empezó la crisis:
“Antes si pedías 100.000 euros, te daban 200.000, ahora las cosas son más
difíciles”.
A raíz del proceso de
reestructuración del sector financiero en España los bancos han visto un nicho de negocio en la
financiación del campo: un sector en el que las cajas rurales y de ahorro,
muchas de ellas integradas ahora en estas entidades financieras, estaban
especializadas. El escaso riesgo de
burbujas especulativas, la capacidad exportadora del sector agrícola, la fidelidad del
cliente, su bajo índice de morosidad y su “prudencia” aumentan la competencia
entre las cooperativas de crédito y los grandes bancos por una producción que
superó los 42.300 millones de euros en 2014, según datos del Ministerio de
Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
“No es la primera vez que ha surgido este interés por el sector
agrario y al final, han sido las cajas rurales las que han seguido de la mano
de este sector en su día a día”, defiende Alberto Marcilla, director de Banca
Rural de Globalcaja, grupo resultante de la fusión de las Cajas Rurales de
Albacete, Ciudad Real y Cuenca. Tanto para Marcilla, como para Miguel Blanco,
secretario general de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y
Ganaderos (Coag), en época de crisis, el campo es un sector estratégico de la
economía. “Ha mantenido una economía real, con una balanza comercial positiva.
No es una economía especulativa, no hay ninguna burbuja”, analiza Blanco y
añade a esta ventaja la definición de los fondos que dará la Política Agraria
Común hasta 2020. “Son recursos que quieren captar, no solo con servicios de
gestión, sino también de financiación”.
TIEMPOS DIFÍCILES
A pesar del atractivo, el campo, como el resto de la economía
española, también ha sufrido una reducción de préstamos. Si a finales de 2010
el volumen de crédito total al sector primario ascendía a 23.100 millones de
euros, en el primer trimestre de 2015 la cifra se ha reducido a 17.600
millones, según datos del Banco de España.
Una de las últimas iniciativas para fomentar la falta de financiación
del sector llegó el pasado junio de la mano del Banco Europeo de Inversiones
(BEI), del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y otras siete entidades
financieras —Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Banco Sabadell, Banco
Popular y Bankinter—. El brazo inversor de la Unión Europea canalizó así 600
millones de euros a través de las ocho entidades que se comprometieron a
duplicar el préstamo para las pequeñas y medianas empresas. El Santander afirma
que, gracias al acuerdo con el BEI, ya ha provisto más de 220 millones de euros
“para apoyar el desarrollo de un sector con constante necesidad de inversión”.
Esta es una de las líneas de financiación que han empleado lo
grandes bancos españoles para conquistar al agricultor o al ganadero. Pero no
la única. Los nuevos productos que ofrecen las entidades financieras, como
seguros y financiación de maquinaria, van acompañados de una estrategia de
marketing común, que gira en torno a la palabra “agro”: Banco Popular con la
tarjeta Punto Agro puesta en circulación en abril o BBVA que, en el lado del
ahorro, volvió a comercializar en el depósito Creciente Agro 6 meses este año.
En la cooperativa de crédito Cajamar también hondea el eslogan ADN Agro, “pero
no como una estrategia nueva, sino como una continuación de nuestra vocación
natural”, explican fuentes de la entidad.
PERFIL DE CLIENTE
En septiembre de 2014, Caixabank y Banco Sabadell, tras la
absorción de distintas cajas, también pusieron en marcha sus productos “agro”.
José Antonio Morante, director de sector agrario del Sabadell, explica que la
iniciativa surgió al darse cuenta de había algunos desajustes cuando antiguos
clientes de los absorbidos Banco Gallego y Caixa Penedés acudían en busca de
financiación. “El agricultor venía a pedir un préstamo de seis meses, pero solo
teníamos de dos años. Cuando nos fusionamos, aprendimos muchísimo de Caixa
Penedés —no tanto de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo), porque
trabajaban más con el sector inmobiliario— y de Banco Gallego sobre cómo se
financia la pesca”, detalla Morante. Es el caso también de Bankia, que pone en
valor la suma de conocimientos resultado de la integración de siete cajas en
2011 que dio lugar a su Proyecto Agro.
Morante, Sabadell, se centra en el perfil del cliente, a la hora
de explicar el interés del banco por el campo: “Tiene una media de permanencia
con el mismo banco mucho mayor que otro tipo de clientes. Además la morosidad
es inferior. Y al tratarse de un sector que siempre ha estado en crisis, los
agricultores y ganaderos se manejan con mucha más prudencia”.
http://economia.elpais.com/economia/2015/09/11/actualidad/1441972988_924988.html
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