Un estudio demuestra que
el humano tiene tasas de depredación hasta 10 veces superiores a las de los
grandes carnívoros
La tecnología y conducta
humana comprometen el futuro de la fauna del planeta
Ni el tiburón blanco ni el león. El único superdepredador del
planeta es el ser humano. Ahora que la caza y la pesca de subsistencia son
residuales, un estudio muestra que el ser humano tiene tasas de depredación
hasta 10 veces superiores a las de los grandes carnívoros. El trabajo, que
cuantifica el carácter depredador humano, apuesta por un cambio radical en las
prácticas de caza y pesca. Para la primera, exige aprender a convivir con los
animales. Para la segunda, dejar de pescar a los peces adultos e ir a por los
más pequeños.
Que los humanos son el mayor depredador del planeta lo dice lalarga
lista de las extinciones de animales a manos del
hombre. Desde los mamuts y los tigres diente de sable hasta el armadillo
gigante,
pasando por la casi aniquilación del bisonte americano o la práctica
desaparición de, al menos, dos especies de rinocerontes, en casi todos los
casos los humanos fueron y son los agentes causales. En unas ocasiones la
extinción sucede al grave deterioro del ecosistema donde vivía el animal, en
otras es el propio avance humano el que se lleva por delante a toda una
especie. Pero hoy, son las prácticas de caza y pesca humanas las que
comprometen el futuro de los animales.
Un grupo de ecólogos canadienses ha querido desentrañar qué hace
tan letal al ser humano y cuantificar su grado de depredación en comparación
con los mayores depredadores del planeta, como los grandes felinos, los
mamíferos marinos o los tiburones. Para ello, repasaron toda la bibliografía
científica que encontraron con estudios y estadísticas oficiales sobre la caza
y pesca humanas o las investigaciones con datos sobre sus rivales en la cúspide
ecológica. En su trabajo, publicado en Science, incluyeron a casi 400
especies de depredadores, 282 marinas y 117 terrestres.
"Examinamos todos los datos disponibles sobre animales
marinos y mamíferos terrestres de cada océano y cada continente a excepción de
la Antártida. La mayoría de la información es de 1990 en adelante", decía
en una teleconferencia el profesor de la cátedra Hakai-Raincoast de la Universidad de Victoria (Canadá), Chris Darimont. Según sus estimaciones, la pesca
marina humana es el depredador dominante de las presas adultas, con una ratio
de explotación mediana (valor medio o central) del 14% del total de biomasa de
ejemplares adultos al año. Esa mediana no refleja los valores extremos, con
casos de especies que llegan al 80%. "Esta ratio mediana es unas 14 veces
la de cualquier otro depredador no humano del océano", añade Darimont. Ya
sean orcas, tiburones o atunes.
En tierra, los datos, aunque menores, son igual de reveladores.
Los humanos y resto de depredadores muestran una tasa de depredación similar:
los primeros capturan hasta un 6% de herbívoros como ciervos, caribúes o alces
mientras que los segundos rebajan el porcentaje hasta el 5% anual. Sin embargo,
los humanos son el único depredador que convierte a los otros depredadores en
presas. Combinando estos dos hechos, el ser humano tiene una ratio de
depredación de animales terrestres nueve veces mayor que la del león o el
tigre. Y eso que los investigadores retiraron de la ecuación al lobo, que
supone un tercio del total de depredadores cazados por el hombre.
"En general, no nos comemos a los grandes carnívoros, así
que se les mata como un trofeo, por razones de competencia, para reducir las
pérdidas en el ganado, o por la medicina" (sic), comenta
en un correo Darimont. Hace decenas de miles de años, los humanos, en un lento
proceso, empezaron a dejar de ser presa de estos animales para convertirse en
depredadores. Las distintas tecnologías para la caza, desde el arco hasta el
rifle pasando por el uso del perro, y en el último siglo, el uso de
combustibles fósiles, ha hecho que la caza no tenga apenas coste para los
humanos cuando para los demás depredadores siempre existe el riesgo de salir
mal herido.
Esa combinación de conducta y tecnologías humanas es, para los
investigadores, la base del desajuste de muchos ecosistemas. Los otros
depredadores eligen como presa a los ejemplares más jóvenes y débiles. La
consecuencia a corto plazo es que no reducen la tasa reproductiva de los
adultos y eliminan posibles focos de infección entre los rebaños. A largo
plazo, como mecanismo de selección natural, favorecen la mejora genética de sus
presas. Los humanos, en cambio, eligen las mejores piezas, adultos en su máximo
esplendor, elegidos por tener la mejor cornamenta o la melena más grande. El impacto
ecológico a corto es evidente, las consecuencias de esta selección artificial a
largo aún están por estudiar.
Pezqueñines,
sí gracias
El mismo análisis lo aplicaron a las especies marinas. El
resultado es problemático porque no es lo mismo la caza, que en su mayoría es
por el trofeo o la mal llamada medina tradicional, que la pesca moderna e
industrial, de la que se alimentan milones de personas. También es paradójico,
ya que supone contradecir el paradigma actual de la conservación marina
ejemplificado en las campañas oficiales del pezqueñines, no gracias.
Chris T. Darimont.
Universidad de Victoria
"El cambio evolutivo entre las presas de los humanos
impulsado por apuntar a los adultos ha reducido el tamaño corporal ,
especialmente entre los peces. Esto es preocupante porque los peces más
pequeños tienen menos descendencia y las poblaciones ya no soportan las
capturas humanas como en el pasado", sostiene Darimont.
¿Significa eso que todo el modelo de sostenibilidad de la pesca
basado en la captura de los adultos, no es tan sostenible? "Sí, de hecho,
nosotros estamos sugiriendo que el paradigma central de la gestión de recursos
pesqueros y vida silvestre ha de ser reconsiderado y ha de serlo porque, en
especial en el entorno marino, cuando nos fijamos en las estrategias
reproductivas conformadas por la evolución, estas se apoyan en un régimen
depredador que se centra en los juveniles y mantiene niveles de explotación
reducidos entre los adultos, lo que beneficia a estas poblaciones y, en última
instancia, a los humanos", asegura el investigador canadiense.
Los investigadores creen que para volver a un equilibrio habría
que actuar en varios frentes. En cuanto a los animales terrestres, solo un
cambio en la conducta humana podría salvar a los grandes depredadores. "En
algunos casos, para proteger a los grandes carnívoros amenazados por la caza de
trofeos exigirá una presión social que impulse un cambio político. El rechazo
moral expresado en todo el mundo por la muerte de Cecil, el león, nos señala que ese tiempo
puede estar algo más cerca", dice Darimont.
En cuanto a la pesca, su colega y coautor del estudio, Thomas
Reimchen. apunta que no se trata tanto de dejar de pescar a los adultos para
enredar a las crías sino de adecuar la ratio de depredación humana a la
natural. "Se trata de ir a unas tasas de extracción de juveniles similar a
la de los otros depredadores que, en general son menores al 10%", apunta
Reimchen. Eso supondría reducir drásticamente las capturas pesqueras. Además,
tanto la captura como el procesado de los pequeños ejemplares es más costoso
que los grandes.
Los investigadores reconocen que es un reto de tal magnitud que
presenta grandes dificultades pero, añaden: "No es muy diferente de lo que
cada vez con más frecuencia e intensidad se está hablando de cambiar nuestro
modelo basado en la economía
del carbono".
Es el carácter de superdepredador, tanto en el uso de los combustibles fósiles
como en el de la biodiversidad, el que ha llevado a los humanos y al planeta a
la situación actual.
http://elpais.com/elpais/2015/08/20/ciencia/1440080792_012789.html
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