La Reserva
Pacaya Samiria y la
gobernanza de los recursos naturales.
Cuando fray Antonio de León Pinelo visitó, a principios del siglo XVII, el Bajo Marañón, en el
límite norte de la Reserva Nacional Pacaya
Samiria (RNPS), quedó tan impresionado por la exuberancia de recursos
naturales y la belleza del paisaje que volvió convencido de que ahí se había
localizado el paraíso terrenal del que habla la Biblia, y así lo publicó en su
libro “El paraíso en el Nuevo Mundo” (1653).
Dos siglos de saqueo inmisericorde y de desgobierno casi
convierten a esta zona de la Amazonía en un infierno. La reserva tocó fondo a
fines de los 80 y principios de los 90, cuando los pocos guardaparques mal
pagados fueron avasallados por cientos de madereros, cazadores y pescadores
ilegales, que casi extirparon al paiche, a la charapa y a otras especies
emblemáticas de este su último refugio amazónico.
Veinte años después, Pacaya Samiria ha recuperado en buena
medida la lozanía que ostentaba hace siglos: los paiches, arahuanas, taricayas,
charapas y lobos de río han vuelto a surcar sus aguas, junto con cientos de
otras especies amazónicas, para disfrute de propios (las comunidades que
aprovechan ciertos recursos) y ajenos (los turistas que la visitan extasiados).
Tanto así que esta reserva quedó en segundo lugar (solo superada por Galápagos)
en un reciente concurso mundial impulsado por el diario “USA Today” para elegir
a los mejores lugares del mundo para la vida silvestre. León Pinelo estaría más
que satisfecho.
¿Cómo se produjo el milagro? Con la participación de los actores
locales, en este caso grupos de manejo de las comunidades indígenas, en la
gestión de los recursos. El Servicio Nacional de
Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp-Ministerio del Ambiente) inició hace unos 20 años esta experiencia,
hoy repetida en muchos otros lugares, en la enorme cocha El Dorado de esta
reserva. De 1995 al 2015, los paiches se incrementaron de cuatro a más de
3.000, de los que el famoso grupo de los yacutaitas aprovecha entre 50 y 100 al
año, además de alevinos de arahuana, huevos y crías de tortuga taricaya y otros
recursos. También operan un servicio turístico de excelente calidad.
Por citar el ejemplo de la taricaya, especie en peligro de
extinción en los años 90: los 40 grupos de manejo de taricaya de la RNPS, que
recolectan los huevos de los nidos y los incuban en playas artificiales,
liberaron el año pasado 499.668 crías y comercializaron 289.809, a lo que hay
que sumar el aprovechamiento de unos 800.000 huevos “no viables”, entre
consumidos y vendidos. Toda una economía basada en una sola especie recuperada.
Los diferentes modelos de cogestión o gobernanza participativa
con comunidades rurales han demostrado ser también una excelente alternativa
ante la llamada “tragedia de los bienes comunes”, como demostró la
investigadora estadounidense Elinor Ostrom, premio Nobel de Economía 2009. El
modelo funciona para la gestión de cualquier recurso de uso abierto, como agua
para riego, pastos, recursos pesqueros o bosques.
Esta es, sin duda, una forma de inclusión social, que no solo
considera una distribución más equitativa de los beneficios, sino la
participación en la toma de decisiones y en la gestión de los recursos. El
modelo no solo es más legítimo: es eficiente y es rentable, como han demostrado
las comunidades amazónicas en la RNPS y otras áreas protegidas.
http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/como-se-recupera-paraiso-jose-alvarez-noticia-1791939?ref=flujo_tags_516295&ft=nota_5&e=titulo
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