Edwin Béjar Rojas forma
parte de una lista muy corta: la de magistrados invidentes. Son pocos en todo
el mundo los que han podido sentar precedente, al lograr ser admitidos por los
sistemas judiciales de sus respectivos países. En mi vida siempre he tenido
retos que he ido asumiendo”, dice este abogado graduado con honores de la
Universidad San Antonio Abad del Cusco que tiene dos maestrías, un doctorado y
es juez desde el 2012.
¿Cómo enfrentó los
estudios pese a la discapacidad visual? Durante los años de universidad lo hizo
con la ayuda de su familia y de sus compañeros, quienes leyeron para él. Cuando
empezó a trabajar en la Defensoría del Pueblo contó con un asistente, y cuando
ocupó la jefatura de la oficina desconcentrada de Madre de Dios empleó el
sistema de lector de pantallas Jaws (por sus siglas en inglés, Job Access With
Speech).
Ahora Edwin Béjar tiene
37 años de edad y es juez titular del Tercer Juzgado Especializado de Familia
de Cusco. El software que el juez Béjar utiliza para revisar los expedientes
digitalizados y redactar sus resoluciones, entre otros escritos, es el mismo
que los estudiantes de Derecho con discapacidad visual emplean para navegar en
la computadora y oír –con una voz entre humana y robótica– todo lo que muestra
la pantalla de la computadora. En el Perú, solo tres bibliotecas públicas
cuentan con Jaws. En Lima, solo una universidad, la Universidad Católica del
Perú (PUCP), ha implementado un servicio de atención a usuarios cuya
discapacidad visual es parcial o total.
Bibliotecas accesibles
En entrevista con La
Ley, la jefa de la Oficina General del Sistema de Bibliotecas de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), Isabel Miranda, admite que
ninguna de las 46 bibliotecas que aloja el campus cuenta con una sala de
lectura que preste material en braille o digital accesible a usuarios con
discapacidad visual. Por ese motivo, estudiantes de Derecho, como Rosa Mendoza
Ticse, no van ni a la biblioteca central, ni a la de su facultad, pues no
pueden acceder a ningún texto.
“Lo que suelo hacer es
pedir a los profesores los libros en digital y a través de los lectores de
pantalla puedo acceder a sus contenidos”, asegura la joven de 22 años, quien
divide su tiempo entre las exigencias del último año de facultad y sus
prácticas en la Adjuntía para la Administración Estatal de la Defensoría del
Pueblo. Rosa perdió ambos ojos a la edad de dos años como consecuencia de un
cáncer. Su pasión por el Derecho Constitucional y de Familia le ha hecho
trazarse como meta ingresar al Poder Judicial.
El proyecto de
modernización de los servicios de la biblioteca central de la UNMSM facilitará
la adecuación de una sala para invidentes. La demora con el presupuesto solo ha
permitido disponer de un área en el primer nivel, asegura Miranda. El
equipamiento y la designación de personal capacitado son asuntos pendientes.
Un repaso rápido a las
principales universidades de la capital evidencia que solo una institución
privada, la Universidad Católica, cuenta con una biblioteca que califica como
accesible. Estos espacios se caracterizan por tener “instalaciones y materiales
accesibles para la persona con discapacidad física, mental e intelectual,
incluido el sistema braille y el libro hablado, así como elementos técnicos que
permitan el acceso de estas personas a la información general”, según indica la
Ley N° 29973 vigente desde diciembre de 2012.
Ni la norma, ni su
reglamento difundido en El Peruano en abril del 2014 se han visto cumplidos en
otras bibliotecas limeñas que no sean la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) y
la Biblioteca Central de la PUCP. Aquellas entidades ofrecen servicios para
este grupo de usuarios desde el 2001 y 2008, respectivamente, como iniciativas
empleadas mucho antes de la emisión de la norma.
El oído vs. el tacto
La encargada de la sala
para invidentes de la BNP, Rosa Yataco, indica a La Ley que los 350 usuarios al
mes que visitan sus instalaciones suelen emplear tres soportes de lectura: “Los
libros impresos en sistema braille, los libros hablados, que son la versión
oral del libro impreso, y por último los digitalizados, es decir, los
virtuales. Su elección depende de su necesidad o habilidad”, asegura Yataco,
quien trabaja en la sede de la avenida Abancay, donde antes se ubicaba el edificio
principal de la BNP que ahora opera en San Borja.
De acuerdo con la
bibliotecóloga, los estudiantes eligen más el soporte digital, que es en
resumidas cuentas el texto scanneado y pasado a Word. Este puede escucharse utilizando
el Jaws, que cuesta US$1.500 por licencia o NVDA, que es un software libre de
pago. La biblioteca cuenta con cinco computadoras que acceden al Jaws. “Braille
no eligen, porque es muy voluminoso”, indica Yataco. Una página A4 impresa en
tinta, se convierte en cuatro páginas si se traduce a braille.
La sala de la BNP es sin
lugar a dudas la más completa en recursos entre las tres bibliotecas públicas y
la privada que brindan servicio para usuarios con discapacidad visual a nivel
nacional. “Aquí vienen a revisar algunas reglamentaciones que tenemos en
braille, nos piden también el boletín de normas legales. Lo que hacemos con él
es descargarlo y grabarlo en un USB para que lo escuchen con el Jaws”, explica
Rosa Yataco.
Acceso a todos y a todo
Andrea Burga, estudiante
de periodismo de la PUCP, perdió la vista casi totalmente debido a una
enfermedad degenerativa cuando tenía 12 años. Este ciclo integra la Clínica
Jurídica de la facultad de Derecho. “El tema en ese semestre es discapacidad.
Yo y mi compañera, porque nos dividen en parejas, hemos llevado dos casos de
personas con discapacidad auditiva”.
La elección de
universidad de Andrea no estuvo sujeta al servicio que ofrece la Biblioteca
Central. En el proceso conoció a Diego Pontetribeño, quien actualmente cursa el
noveno ciclo de Derecho en la PUCP. Diego le contó a Andrea sobre la modalidad
de ingreso que ofrecía esta universidad: el examen de admisión contaba con una
persona que leía todas las preguntas y alternativas.
A Pontetribeño le gustaría
recibir guía del juez Béjar, de la misma manera en que él orientó a Andrea.
Desde su despacho en Cusco, Béjar se ha propuesto marcar el camino para dar
acceso transversal a a la justicia. Que las salas de familia de Cusco cuenten
con el sistema del expediente digital y la notificación electrónica lo ha
ayudado mucho. “Si es necesario modificar un procedimiento para que alguien de
cualquier condición acceda a la justicia, lo hago”, asegura en una entrevista
con La Ley. Al cierre de esta nota, el magistrado prepara una resolución para
dictar sentencia a dos personas con discapacidad mental, una condición aún más
invisibilizada que la invidencia.
http://laley.pe/not/2692/estudiar-derecho-a-traves-del-tacto-y-del-oido/
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