Estructuras deterioradas y conexiones de luz y agua son un peligro para salud de estos habitantes en el Cercado de Lima. El municipio remite un informe de riesgos al dueño del solar, pero queda pendiente porque no se ubica a dicho propietario
os viejos solares y callejones
de Lima ya no se estremecen con el dulce bordonear de las vihuelas de Nicomedes
de Santa Cruz , sino por la humedad, la informalidad, el tiempo, el comercio y
el frenético pandillaje.
Solo en el Centro Histórico de
Lima, Defensa Civil registró 349 predios tugurizados en
peligro de colapsar con sus 30 mil habitantes. De ese total, 85 corresponden a
callejones y 92 solares con una antigüedad de 60 a 90 años.
DETERIORO. La Subgerencia de Defensa Civil de la
Municipalidad de Lima detectó
cincuenta solares y callejones en total peligro. El subgerente José Fernández
sostuvo que todos ellos presentan estructuras tan deterioradas que tienen
escaleras casi esqueléticas, donde “ya no se camina sino se trepa”.
El problema, señala Fernández,
reside en que más de la mitad de esas viviendas no tiene propietarios y sus
inquilinos no se esmeran en hacer el mantenimiento. Y los que aún poseen
dueños, y su solar es patrimonio histórico, deben realizar un engorroso trámite
con el Ministerio de Cultura para cualquier arreglo.
AGUAS PELIGROSAS. Pero la
alarma no solo es ante un terremoto, sino también por una fuerte y persistente
lluvia, sobre todo porque el 40% de esas viviendas tiene problemas de
humedad por
cañerías mal instaladas.
“Esas viviendas han demostrado
que van a morir de pie mientras no les caiga agua. Yo le pongo 500 kilos de
peso en su techo y aguanta, pero le pongo 500 litros de agua y se desarma . El
agua en un corrosivo fuerte para las propiedades de quincha y barro“, dijo.
Si bien ya no existe el
callejoncito de un solo caño y casi todas las viviendas tienen instalaciones de
agua y luz independiente, la mayoría son informales, así como sus
construcciones adicionales.
Solo en un solar o callejón se
detecta una decena de puntos de riesgo, desde una columna rajada hasta salidas
obstruidas.
“No hay asesoramiento técnico y
contratan al vecino gasfitero o el amigo albañil. Hay instalaciones eléctricas
que son una maraña de cables “, dijo.
DESPLOME. Según
la comuna, cada año se desploman de tres a cuatro solares por el tiempo, un
incendio ( generalmente por cortocircuito) o “porque lo hacen caer” los
propietarios que consideran que su predio ya no es rentable y hacen otro
negocio.
“Eso ocurre a cada rato de
manera silenciosa. Demuelen a espaldas de todo el mundo y luego aparece una
casa nueva ”, refirió.
CALLEJONES. “Yo
viví en el callejón Antonio Solano, del Jirón Mapiri 376 (hoy Miguel Aljovín),
dice César Augusto Dávila, de la Beneficencia de Lima,
quien rememora el sonido del cajón y la guitarra de jaranas criollas de antaño.
En ese mismo jirón estaban los
callejones “Los tísicos”, ”Los Hombres Solos” y de “La Raspadilla”. Pero su
mayor recuerdo está en el callejón “Pardo” o “La Confianza”, predio donado por
María Pardo y Barreda a sus esclavos libertos, y donde las fiestas duraban
hasta el amanecer . Era como una ciudadela que albergaba a un centenar de
familias y contaba con propia peña y parvulario.
Fue en ese lugar que Dávila
sintió el terremoto de 1940 y salvó la vida al correr hacia una de las tres
salidas del callejón mientras sus compañeros y maestra perecieron.
La ciudadela fue recortada con
el tiempo y hoy solo conserva el 50% de su estructura. Las salidas son por
Jirón Puno 908 -940 y Leticia.
“Dicen que el callejón llegaba
hasta avenida Grau”, comenta Dionisia Mere Dávila (77), propietaria de una las
viviendas del lugar.
Quedan 80 viviendas. En seis
aún viven familias. El resto fue alquilada para depósitos de mercaderías o
están cerradas. Hoy se aprecia por los corredores carretilleros paseando con
cajas y hasta se han abierto dos cantinas.
Pero aún permanece de pie la
capilla San Antonio de Padua, considerada patrimonio histórico. Se cuenta que
hasta el bufo mexicano Mario Moreno Cantinflas rezó en ella.
La capilla era el punto de
reunión vecinal al toque de su campana. Hoy la campana ha sido robada y el
patio ya fue escenario de una balacera entre policías y ladrones.
TESTIMONIO. CALLEJONES QUE
MUEREN DE PIE
Lo llamaban Callejón de los
tísicos, porque a inicios del siglo XX se quemaba en su puerta a los cadáveres
de los tuberculosos.
Hoy aún existe, con sus 30
familias y el Corazón de Jesús, pero ahora los vecinos son propietarios y
tienen servicios independientes.
Luisa Cuya de Chumbiray (87)
nació allí y recuerda cuando tenía dos caños en cada esquina para las vecinas
con sus bateas y las fiestas criollas.
El callejón tiene algunos
puntales y macetas de plantas.
Doña Luisa ha pasado
tres terremotos y su casa no se
cayó. “Las casas son fuertes por la quincha, mueren de pie”, agregó
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