Si es que hay algún material que es realmente omnipresente en
nuestro medio ambiente es el plástico. De una mirada alrededor suyo amable
lector y comprobará que es cierto. En el momento que escribo esta columna, mis
dedos escriben en teclas de plástico de la computadora, que tiene plástico
también en su cubierta, el cordón eléctrico y en el mouse.
Sobre la mesa veo un par de vasos de plástico y una botella de
agua de plástico. En la refrigeradora, hay alimentos en envases de plástico,
además, todas las verduras que compré hoy vinieron en bolsas de plástico que
estaban disponibles en inacabables rollos de bolsas de plástico del
supermercado, el cual tenía, en sus anaqueles, plástico por todo lados.
Yo ya no tengo bebes en la casa, pero me quedan muchos recuerdos
de la infinidad de juguetes de plástico con los que jugaban mis hijos cuando
crecían: carritos, sonajas, pelotas, raquetas, libros (si de plástico), legos,
rompecabezas, triciclos, etc. Y ni que decir de las veces que habrán bebido o
comido de botellas, vasos y platos de plástico, con cucharas, tenedores,
cuchillos y cucharitas de plástico.
La gran pregunta de salud pública es si esos plásticos,
sinónimos de adelanto, progreso y comodidad, contienen sustancias químicas que
ingresan al organismo cuando por ejemplo los niños se ponen objetos de plástico
en la boca o cuando sentimos ese inconfundible “olor a plástico” en objetos
de plástico nuevos. O, ya en un sentido más personal, cuando consumimos alimentos
que han estado almacenados en envases plásticos, sean estos de tecnopor u
otros.
Lamentablemente, y a
pesar de más de 50 años de investigaciones, ha sido muy difícil identificar las
sustancias químicas de los plásticos que son dañinas a la salud. Hay dos sin
embargo que resaltan en su toxicidad y ya están siendo prohibidos: el bisfenol A (BPA) y los ptalatos.
Desde las mamaderas de
bebes, pasando por el revestimiento plástico dentro de una lata de comida y
hasta en los tubos y bolsas de plástico que se usan en los hospitales para
poner sueros y medicinas, el BPA y los ptalatos están en miles de millones de
objetos hechos de plástico. Tanto es así, que los Centros para el Control y
Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC) estiman que el 93% de las personas mayores de
6 añostienen
niveles detectables de BPA en la sangre. Y ciertas investigaciones han demostrado que los bebes recién nacidos que estuvieron en una unidad de
cuidados intensivos tienen ya 10 veces más BPA y ptalatos en la sangre,
comparados con bebes de la población general. La explicación es que los tubos
de plástico que se usan para administrar sueros y antibióticos están también
“soltando” esas sustancias en la sangre.
Se piensa que las
mujeres embarazadas, los fetos y los niños pequeños serian los más susceptibles
a esas sustancias químicas y al respecto, un estudio japonés demostró mayor riesgo de
abortos espontáneos producidos por el BPA. Otro estudio norteamericano relacionó el BPA con enfermedades del hígado, del corazón y
diabetes y otro lo hizo con obesidad en niños y adolescentes. Un estudio
norteamericano hecho en 244 mujeres y sus niños en Ohio demostró que la
exposición al BPA de las madres durante el embarazo estaba asociada al comportamiento hiperactivo de
sus hijos a los 3 años de edad.
Los ptalatos, también llamados “disruptivos endocrinos” causan
mucha preocupación por interferir con las acciones de las hormonas sexuales,
inhibiendo a los andrógenos u hormonas masculinas. Estos ptalatos se encuentran
en miles de productos plásticos de uso diario, desde juguetes a cosméticos y
como dijimos, tubos plásticos que se usan en los hospitales para poner sueros y
medicinas.
En resumen, los ubicuos y modernos plásticos son sustancias que
pueden causar daño a la salud humana y ese daño está ya empezando a
demostrarse.
El tecnopor
El Premio Nobel de 1953
fue otorgado al químico alemán Hermann Staudinger porque propuso que si se
lograban concadenar monómeros o
moléculas simples de una sustancia química, se podían obtener un nuevo
producto, llamado polímero, que tiene características químicas y físicas
diferentes del monómero original. En otras palabras, es como si se fabricaran
enormes cadenas partiendo de un primer y simple eslabón.
En el caso del tecnopor,
ese monómero o primer eslabón se llamaestireno y la cadena o polímero es el poliestireno o tecnopor, el cual, por ser tan
barato, se usa en el mundo entero para hacer envases de bebidas y comidas y
para el empaquetado de diversos productos.
Como todos los
plásticos, el tecnopor tiene dos grandes consecuencias sobre la salud: una es
sobre la salud del medio ambiente y el otro sobre la salud humana.
Sobre la salud del medio
ambiente, el poliestireno tarda más de 500 años en degradarse y contamina
mares, ríos y tierras, descomponiéndose lentamente en su monómero estireno, el
cual pasa al aire que respiramos, a la tierra y plantas que consumimos y al
agua y peces que comemos. Se calcula que 90% del estireno que se encuentra en la sangre de un niño, llega por esa vía
indirecta.
Sabiendo entonces que es más fácil regular el uso del tecnopor
por su daño al medio ambiente, la ciudad de Nueva York ha prohibido que se use
tecnopor desde el 1 de julio de este año. Varias otras ciudades están siguiendo
ese camino, incluyendo al país de Taiwán.
Ante esa amenaza para sus intereses, la industria química y de
los plásticos, están librando un capítulo más de la vieja batalla entre los
intereses de la industria y los intereses de la salud pública ¿recuerdan las
batallas de las tabacaleras, las fábricas de bebidas alcohólicas y gaseosas y
de comida chatarra?, pues es lo mismo ahora.
La semana pasada se vivió eso en el Perú cuando, probablemente
por no haber podido conseguir un verdadero científico como portavoz, la
Asociación Peruana de la Industria Plástica (Apiplast) envió al gerente de
negocios de una compañía de empaques a “defender la ciencia” de la toxicidad
del tecnopor.
Dicho ejecutivo
sorprendió al público y al respetable panel de periodistasde una radio local, cuando en un alarde de
desinformación científica, y al tratar de explicar lo que era un polímero,
comparó al polímero poliestireno con las moléculas de oxigeno e hidrogeno que
forman el agua. Eso es como comparar una cadena de acero con un pedazo de
plomo.
Insistió también en el
hecho de que el poliestireno no produce cáncer. Pues eso es cierto, nadie ha
dicho que el poliestireno cause
cáncer, pero el estireno, del cual el poliestireno está hecho si lo
está.
Lo que sucede, y eso es algo que el hombre de negocios no sabía
o no quiso mencionar, es que ya hay varios estudios que demuestran que con el
efecto del calor, las grasas o los ácidos de los alimentos, cantidades
variables de estireno “se sueltan” del tecnopor o poliestireno y pasan a la
comida o bebida, llegando por tanto a nuestro organismo.
Estas son algunos estudios que estoy seguro lo ayudarán a
reconsiderar su posición.
·
Estudio del 2007 que demuestra que el estireno y otros
compuestos químicos “se sueltan” del poliestireno a las bebidas, especialmente
si estas están calientes.
·
Detalles del testimonio de expertos sobre como el estireno “se
suelta” del poliestireno a la comida y bebida. El testimonio fue hecho en el
juicio para que la cadena McDonald’s retire el tecnopor de sus tiendas.
·
Estudio canadiense que demuestra que el estireno “se suelta”
de envases y utensilios de plástico a los alimentos y bebidas.
En resumen, por razones de comodidad hemos aceptado a los
plásticos como parte de nuestra vida y simplemente volteamos la cabeza cuando
nos hablan de que podrían ser dañinos a la salud.
Pero lo cierto es que estos productos son dañinos a la salud
humana y a la salud del medio ambiente, pero debido a que tenemos que convivir
con ellos, debemos apoyar los intentos que se hagan para regular su
manufactura, distribución, uso y reciclaje.
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