EMPRESAS
FAMILIARES: EL ÉXITO PUEDE SER UN MAL CONSEJERO
La década que inició
en el 2001 fue para este empresario una etapa de crecimiento acelerado. Las
ventas aumentaban con porcentajes mayores al 15% por año. Él comenzó a gozar de
los beneficios de estas ’buenas’ ventas y márgenes. Con cierta infidencia
debo contarles que se hizo de varios bienes suntuosos: casa nueva, casa de
playa, autos de lujo, membresía en un exclusivo club, etc. Sin embargo, estos
‘buenos’ resultados no eran tales. Detrás de los beneficios positivos existían
una serie de debilidades que fueron mellando la sostenibilidad del negocio.
Mientras esta empresa crecía a ritmo promedio de 15%, el sector lo hacía a 20%;
la principal amenaza no era local, sino extranjera, pero nunca se le ocurrió
mirar las importaciones por la web (“para qué perder el tiempo si todo va tan
bien”). No se preocupó de formar gente, la empresa siempre la había manejado él
(“nadie conoce mejor el negocio que yo”), motivo por el cual no existían gerentes
en la organización.
En adición, nunca
invirtió en tecnología. Ni en los procesos productivos, ni para el control de
la información. La contabilidad se manejaba con un software muy básico y los
reportes se generaban con varias horas de trabajo en las hojas de cálculo por
personal de poca calificación. La línea de producción no había generado mejoras
sustanciales. Se venían haciendo las operaciones casi igual que hace veinte
años atrás y lo que es peor, el mantenimiento sólo se realizaba si algo dejaba
de funcionar.
Cuando llegó la crisis
del 2008 sintió que las cosas no iban tan bien como lo imaginaba, pero no fue
sino con la crisis económica del 2011 en adelante que la empresa empezó a
deteriorarse seriamente. Las ventas cayeron (“la competencia era más agresiva y
mis productos no se habían innovado y habían perdido calidad”), las máquinas
empezaron a fallar y a requerir reemplazo o costosas reparaciones, la falta de
control de la información contable lo llevó a tener problemas con la Sunat, sus
hijos nunca quisieron trabajar con él ni en la empresa, y el paso de los años
-ya estaba bordeando los 60 años- empezaba a pasar factura (“enfrentar una
crisis a los 40 no es lo mismo que hacerlo a los 60″).
La conclusión de este
artículo y la recomendación para los propietarios de empresas es que no deben
tener como objetivo el éxito. Éste es coyuntural, es efímero y es exclusivo. Se
deben plantear como objetivo para sus empresas la EXCELENCIA. En contraposición
al éxito, ésta es estructural, es permanente y es inclusiva. Para ser
excelente no se depende del entorno sino de lo que cada quien sea capaz de
hacer para mejorar cada día. Al ejercitar la excelencia se modifica la conducta
(las formas de hacer), finalmente con la excelencia se suman esfuerzos, pues no
es una competencia de unos contra otros, es una competencia contra uno mismo
donde todos podemos mejorar y ayudarse mutuamente a mejorar.
El mejor ejemplo es el
de los atletas olímpicos. El verdadero atleta no busca la medalla de oro, busca
vencer su propia marca. Su lema “Citius!, Altius!, Fortius” (más rápido, más
alto, más fuerte) es una arenga de superación que no tiene límite. Los
empresarios no deben quedarse contemplando (y disfrutando) del éxito. Deben de
enfocarse en la excelencia, tratando de superar sus propias marcas y volcando
su día a día en hacer sus productos y servicios “más rápido, con menos costo y
de mayor calidad”.
http://pad.edu/2015/04/01/empresas-familiares-el-exito-puede-ser-un-mal-consejero/
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