Al 93,3% de las
familias no les alcanza para comprar alimentos, mientras siete de cada diez
personas perdió en promedio 8,7 kilos de peso en el último año, según la
Encuesta sobre Condiciones de Vida.
El camión
de la basura frena y Rebeca
corre hacia el contenedor para hurgar las bolsas. Es su carrera
diaria contra el hambre, que tiene a
muchos venezolanos viviendo de sobras.
Antes de que los desechos sean triturados, revisa veloz y encuentra un poco de pasta. Rebeca León tiene 18 años, está terminando secundaria y vive en el barrio popular de
Petare, en una casa que pese a su miseria
cuenta con servicios básicos.
Un hijo de dos años desnutrido, una madre en condición de
discapacidad y semanas "a
punta de agua" la lanzaron hace seis meses a las calles de sectores
acomodados para buscar comida en la basura.
"Mi mamá no lo quería aceptar, pero
qué más se hace con lo mal que está el país. Se iba a morir
de hambre, se le veían los huesos. Mi hijo se me estaba desnutriendo",
cuenta a la AFP.
Su rutina es agobiante. Estudia en las tardes y del colegio sale a cazar carros
recolectores y a escarbar desperdicios en restaurantes, de donde saca restos
de pollo, pan, pescado o queso.
Duerme en la calle y vuelve a casa en la mañana para limpiar lo que recogió,
descansar y echar a andar de nuevo el engranaje.
"Vivimos de la basura"
Esta joven morena de ojos vivaces
dejó la vergüenza a un lado parasobrevivir
a una angustiosa crisis donde escasean 68% de los productos básicos y la inflación crece incontrolable (según el FMI llegará a 1.660%
en 2017).
"Lloraba porque me sentía
humillada. Ya no le paro (no me
preocupa), porque si no trabajas o buscas algo en la basura, no
comes", dijo mientras aguardaba
un camión que nunca llegó.
Con ella, unas 70
personas -incluidos varios niños-
esperan los carros recolectores y se reparten el control de la basura de
restaurantes.
Rebeca registra las sobras de una
marisquería de Altamira. Cerca de allí, en un local de comidas rápidas, un hombre
fue apuñalado hace poco en una pelea por una bolsa, cuenta un empleado.
En ese lugar José Godoy, albañil
desempleado de 53 años, lame ansioso un plato desechable. Lo acompañan dos hijas de
seis y nueve años que beben jugo sacado de un bote. Están anémicas. Una vez al día comen yuca o plátano.
"Me daba pena, pero una
noche nos acostamos sin comer. No se lo deseo a nadie. Los niños
lloraban: 'tengo hambre'. Vendí las herramientas, todo, y por último salí a la
calle. Miles vivimos de la
basura", relata José,
quien dice estar cansado de hacer en vano colas para comprar productos
subvencionados.
Unos 9,6
millones de venezolanos -casi un
tercio de la población-ingieren
dos o menos comidas diarias, y la pobreza por ingresos aumentó casi nueve
puntos entre 2015 y 2016, a 81,8% de los hogares, según la Encuesta
sobre Condiciones de Vida. Un 51,51% están en pobreza extrema.
Al 93,3%
de las familias no les alcanza para comprar alimentos,mientras siete de cada diez personas perdió en promedio 8,7 kilos de peso en el
último año, detalla el estudio de un grupo de universidades.
"Yo era gordo, ahora mire:
flaquito. A ella tuve
que sacarla del colegio porque no podía darle comida para que llevara",
dice Godoy señalando a una de las hijas, quien tímida dice que hace mucho no
come carne.
Desmayados de hambre
La nutricionista Maritza Landaeta,
coautora de la investigación, sostiene que 10% de las personas en pobreza extrema (unos 1,5 millones) comen
de lo que les regalan familiares, o de la basura y sobras de restaurantes, exponiéndose a enfermedades.
Pero el presidente Nicolás
Maduro asegura que en 2016 la pobreza en el país con las mayores reservas
petroleras del mundo bajó de 19,7% a 18,3%, y la miseria de 4,9% a 4,4%, pese al
desplome del crudo, prácticamente único ingreso en una economía dependiente de
las importaciones.
El gobierno socialista, que
atribuye la escasez a una "guerra económica", reivindica que Naciones Unidas reconoció en 2015 sus
esfuerzos contra el hambre.
Además, que su programa de venta de
productos subsidiados en zonas populares -creado hace un año-, beneficiará a seis millones de hogares en 2017.
Sin embargo, esas bolsas de
alimentos solo han llegado dos veces a la vivienda de Rebeca, donde una nevera
dañada sirve de alacena para proteger la comida de los ratones.
Con el semblante roto por el trasnocho, el hambre y la desazón por no haber
hallado nada, vuelve a su barrio -el más peligroso de Caracas-, desde donde
debe caminar una hora hasta el liceo
por calles empinadas. Allí, cuenta,
algunos compañeros "se desmayan de hambre".
"No quiero quedarme
así", dice con el uniforme
escolar que está ansiosa por dejar para estudiar turismo. Por ahora se alista
para otra jornada de esta lucha que no vislumbra su fin. http://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/comer-de-la-basura-el-drama-del-hambre-en-los-venezolanos-mas-pobres-articulo-683532
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