La
reactivación económica luego del gobierno de Ollanta Humala.
Un nuevo presidente con extraordinarias cualidades personales
para el cargo, un discurso inaugural inspirador, un conjunto de ministros
competentes y el alivio que produjo la finalización del mediocre gobierno
anterior. Estas son las razones que han despertado, desde el 28 de julio
pasado, la esperanza de progreso de toda la nación. Sin embargo, transcurridos
tres meses de gobierno, la esperanza se empieza a mezclar con una dosis de
impaciencia mientras el presidente y sus ministros caen en la cuenta de que la
situación de la administración pública heredada no les permite actuar con
rapidez y eficacia. ¡Tienen las manos en el timón, pero este está desconectado
de las ruedas!
Si bien algunos
ministros han expresado sorpresa e incredulidad acerca del caótico Estado que
deben liderar, es inentendible la falta en que han incurrido presidente y
ministros al no haber informado a la nación minuciosamente sobre el desastre
encontrado y las limitaciones que enfrentarán para remediar tal situación en un
período corto de tiempo. De haberlo hecho, en el país se habrían reducido las
expectativas de rápida mejora generando un mayor espacio a la actuación
gubernamental. Quizá no sea aún muy tarde para hacerlo.
En el área económica,
vemos hoy al gobierno concentrado en destrabar los grandes proyectos de
inversión que encontró paralizados y así aliviar el principal problema que
enfrenta la economía: la fuerte caída en la inversión privada. En efecto, la
inversión privada, que hasta el 2013 fue el principal motor de crecimiento
económico, está cayendo de manera estrepitosa. Esta inversión creció a una tasa
promedio de 17% por año durante los tres primeros años de esta década haciendo
que la economía crezca 7% cada año. Contrariamente, hoy viene cayendo de manera
sostenida por más de 33 meses consecutivos, haciendo literalmente
imposible la recuperación de la economía.
En un intento de ocultar
su incompetencia, el gobierno anterior una y otra vez solo atinó a culpar a la
‘situación económica internacional’ de la caída de la inversión. No cabe duda
de que los eventos internacionales tienen un efecto importante en la economía
peruana, pero ciertamente no son causa alguna que explique por qué el presente
gobierno ha encontrado grandes proyectos de inversión paralizados por un monto equivalente
a US$18.000 millones.
De manera similar, la
paralización de la inversión pública no tiene relación con el estado de la
economía mundial. Para graficar este último punto, miremos la performance de la
inversión pública durante el año pasado. A inicios del 2015, el gobierno planeó
un fuerte incremento de 10% en la inversión pública para contrarrestar la caída
en la inversión privada. Lejos de aumentar fuertemente, la inversión pública
cayó 7,5% con respecto al año anterior. ¡Vaya manera de hacer política
contracíclica!
Es un hecho
incontrovertible que el Estado actual no está en condiciones de volver a
encender el crecimiento a menos que su administración sea objeto de cirugía
mayor. Los ministros del nuevo gobierno podrán de seguro destrabar manualmente
uno que otro gran proyecto de inversión, pero carecen de los instrumentos para
lograr que de manera espontánea se reactiven las decenas de miles de proyectos
hoy atrapados en la maraña burocrática. La administración del Gobierno Central,
los gobiernos regionales y municipales, no la economía internacional, son los
principales impedimentos para el crecimiento económico. Y la principal
dificultad que encuentran hoy los ministros no es la de tomar el timón de la
economía; deben limpiar profundamente y después reparar todo el complicado
engranaje que conecta ese timón con las ruedas de la economía.
Ante esta situación, el
presidente Kuczynski parece, afortunadamente, haber empoderado al presidente
del Consejo de Ministros (PCM) para desempeñar la labor que en muchos países
desempeña el jefe de Gobierno. La tarea es titánica. Se deberá establecer una
clara cadena de mando y la rendición de cuentas entre la PCM con todos los
ministros y las decenas de agencias del Gobierno Central. Este es el único e
imprescindible atajo que se puede tomar para recuperar el manejo del Estado.
Resta saber si esa tarea podrá extenderse con éxito hacia el ámbito local y
regional en que la descoordinación, heterogeneidad de reglas, desmanejo y
corrupción han llegado a niveles insostenibles. Son aquí dos las difíciles
tareas por ejecutar. La primera, eliminar trámites y regulaciones innecesarias
y redundantes para luego homogeneizarlos a través de todo el territorio. Y la
segunda, imponer, con la ley vigente en la mano, el estricto respeto por parte
de los gobiernos regionales al carácter unitario de una nación, evitando que el
Perú se convierta en un archipiélago de pequeños estados que se creen
independientes.
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