Por Juan José Garrido - Director de Perú 21
Los fines de año sirven para hacer balances sobre los ejes
claves en nuestro proceso de desarrollo económico, político y social. Sirven,
asimismo, para ejercitar la mente y trazar líneas sobre lo que podría pasar.
Estos ejercicios no hay que tomarlos al pie de la letra; este, en estricto, es
solo una reflexión personal.
El 2014 no fue un mal año en general si lo comparamos con el
2013 y el 2012. Creceremos a nivel global, según el último informe del Fondo
Monetario Internacional, cerca del 3.3%; en el 2013 fue igual y en el 2012
ligeramente superior (3.4%). La inflación global se mantiene plana desde el
2012, y el déficit fiscal global recuperando terreno.
Las principales economías tuvieron desarrollos distintos.
Estados Unidos, que empezó el año con pocas expectativas, tuvo un segundo
semestre muy bueno y deja un horizonte muy optimista; Europa no avanzó en sus
reformas, sigue con un desempleo muy alto, y países claves como Alemania y
Francia se hallan entrando a recesión. Muy malo el año para los europeos. China
está dentro de su pronóstico quinquenal (por encima del 7%), aunque su economía
y sus finanzas siguen bajo un manto de oscuridad. Si algún día revienta una
burbuja china, reventará el mundo consigo.
Nuestra región tuvo, de igual
manera, resultados muy diversos: la caída en los precios de los metales afectó
a Chile y a Perú, y la caída del petróleo sacude (y sacudirá) de manera muy
fuerte a Venezuela y Ecuador (y en menor medida a México). El eje político se
mantuvo dentro de las expectativas: los países del ALBA abocados
a mantener sus democracias en el suelo, con un discurso populista y demagogo
hacia 1970. Lo único significativo, y que puede servir de palanca de cambio (un
gran condicional ese “puede”), es la reciente apertura cubano-estadounidense.
En lo personal, creo que el dictadorcito Raúl Castro (con el
dictadorzuelo Fidel fuera del escenario, sabe quién por qué) predijo la caída
venezolana y, frente al riesgo de terminar colgado en una plaza por la carencia
de recursos, jugó su jubilación a las manos estadounidenses. Una prueba es la
firma de sanciones norteamericanas a los venezolanos a los pocos días del
acuerdo. En fin, eso es algo que entenderemos en los años.
Localmente, la situación es de claro deterioro, en lo económico,
político y social. La economía cayó de un promedio de 7% anual al 2.5% para el
2014. No me sorprende, y de hecho es algo que predecían algunos desde el 2012:
los términos de intercambio empeoraban, el entorno internacional no mejoraba, y
el gobierno nacionalista, abocado a la gran transformación vía la hoja de ruta,
hacía las cosas más difíciles para los inversionistas, grandes y pequeños. La
confianza local se desplomó, y con ello el sostén de ese 7%.
Lo económico afectó a lo político, sin duda, pero es la
corrupción y la falta de capacidad del Gobierno Central las que pasaron la
mayor factura. En los últimos tres meses, la caracterización ética del
mandatario, la primera dama, sus principales colaboradores, varios ministros,
el fiscal de la Nación, entre otros, han sufrido un golpe que vislumbra ciertos
riesgos institucionales de acá al 2016. Esto, por supuesto, no es culpa de la
oposición o los medios independientes; la participación que el gobierno tiene
en los casos en cuestión (Martín Belaunde Lossio, Óscar López Meneses, Orellana
y Áncash, todos los casos que involucran al ministro Mayorga, entre otros) es
de su entera responsabilidad.
Dicho esto, las perspectivas
para el 2015 no son, en mi opinión, positivas. En lo económico, el próximo año
no debería ser malo a nivel global: el FMI espera un rebote al 3.8%, y los principales
metales (cobre y oro) tienen perspectivas similares a las de este año; encima,
el petróleo debería servirnos como un viento de cola favorable. Si Estados
Unidos, nuestro principal socio comercial en lo agregado, crece por encima del
3%, deberíamos compensar cualquier deterioro chino (siempre que se mantengan
por encima de su piso, de 7%).
Nuestro principal riesgo es plenamente local. Lo político se
deteriora día a día, sin que el gobierno entienda (después de tres años y medio
de mandato) lo que significan “democracia” y “gobernar”. Las preocupaciones del
2015 deberían ser tres: la primera, antes que lo económico, es aclarar el
panorama político. No podemos seguir así hasta el 2016; Palacio debe empezar a
pensar en el próximo traspaso democrático. Lo segundo es en lo institucional:
lucha contra la corrupción; el gobierno debe transparentar sus actos y tiene
que brindar confianza en las principales instituciones judiciales. Y lo tercero
en lo económico. Sobrarían, en este caso, las palabras.
http://peru21.pe/opinion/balances-y-perspectivas-2015-2207195
Comentarios
Publicar un comentario